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Miles de personas recorrieron los últimos lugares por los que pasó el joven estudiante antes de morir. | Foto: León Darío Peláez

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Sin Esmad y en paz: la marcha que desandó los últimos pasos de Dilan Cruz

Miles de personas recorrieron los últimos lugares por los que pasó el joven estudiante antes de morir. Así fue como homenajearon al joven que se convirtió en un símbolo de la protesta social.

26 de noviembre de 2019

La intersección de la calle 19 con la carrera 4 dejó de ser un cruce cualquiera del centro de Bogotá, con una cafetería en cada esquina, para convertirse en el lugar “donde mataron a Dilan”. Así dice la gente cuando pasa por ahí y con el dedo señala el punto exacto de la tragedia.

En la tarde de este martes, mientras una mujer pintaba el rostro de Dilan sobre un muro, justo en esa intersección, alrededor de 20 personas la observaban en silencio, conmovidas. Ella iba agregando detalles, líneas para darle fuerza a la sonrisa, sombras para captar la mirada del joven. La gente murmuraba al reconocer el parecido que cada vez más tomaba la pintura.

En esas, un habitante de calle llegó y se le acercó a otro que estaba entre la muchedumbre.

-¿Y él quién es?, le preguntó, señalando la pintura en blanco y negro.

-El que mató el Esmad, le contestó el otro.

-Ah, Dilan.

-Sí, Dilan, Dilan.

Y ya solo tienen que decir Dilan, sin más, sin siquiera mencionar el Cruz, su apellido, porque ya todos reconocen su nombre. Porque así como esa intersección se convirtió en un lugar cargado de significados, Dilan ya es un símbolo de la protesta en Colombia, de una de las manifestaciones más importantes de su historia, el paro nacional del 2019.

A unos diez metros del mural, mientras la mujer pintaba el rostro sonriente de Dilan, otro grupo de personas rodeaba una especie de altar sobre el asfalto. Flores, velas, pancartas con mensajes tapaban el suelo donde el joven estudiante cayó el pasado sábado, luego de que un artefacto disparado por un agente del Esmad le golpeó la cabeza y se le incrustó en el cráneo. Dilan quedó inconsciente al instante y, aunque luchó dos días más, nunca volvió a despertar.

Justo en ese punto fue donde Dilan dio sus últimos pasos. Corrió para recoger y alejar un gas lacrimógeno que el Esmad había lanzado, y luego recibió el golpe. Allí mismo, un grupo de espontáneos lo reanimaron y lograron prolongar su vida un poco más.

Ese punto, las velas, las flores, eran el epicentro de una concentración de unas 4.000 personas, en su mayoría estudiantes, que este martes se reunieron en el sexto día del paro nacional. Uno que, aunque no olvidó los reclamos al Gobierno Duque, estuvo dedicado, sobre todo, a homenajear a Dilan Cruz.

La concentración, las arengas, los cantos, las cacerolas, los tambores estuvieron allí por más de tres horas. Y durante ese tiempo no se vio un solo agente del Esmad. Solo unas cuantas patrulleras regulares de la Policía, no más de 10, custodiaban el tráfico sobre la carrera quinta, sin acercarse mucho a los manifestantes. Y no hubo necesidad. La gente protestaba en calma. Al igual que lo hicieron el sábado pasado. Pero ese día, lo distinto fue que los antidisturbios sí estuvieron allí, y fueron los que empezaron a emplear la violencia para dispersar una protesta pacífica, como lo reconoció este martes la misma Personería de Bogotá.

Hacia las seis de la tarde, la manifestación tomó el mismo camino que recorrió Dilan, el último de su vida. Agarró la carrera Décima y luego la Séptima para dirigirse hacia el norte. En el trayecto aparecieron muy pocos policías, y así, con las calles tomadas, la manifestación se desarrolló en calma, sin ataques a las estaciones de TransMilenio ni a las fachadas. Tal era la tranquilidad que los restaurantes, los bares, todos los locales que suelen cerrar sus puertas espantados al ver que asoma una marcha, esta vez se mantuvieron abiertos.

Sobre la calle 26, la protesta se fragmentó. Muchos decidieron tomar rumbo hacia la Universidad Nacional, donde sí llegó la Policía y donde, a esa hora, sí había disturbios. Se fueron en son de paz hacia allá. Pero un centenar de manifestantes siguieron su rumbo, siguieron desandando los últimos pasos de Dilan. Pronto, ya de noche, alcanzaron el Parque Nacional. El lugar donde comenzó la tragedia de Dilan.

El sábado, el estudiante, que estaba a dos días de graduarse de su bachillerato, llegó para unirse a una marcha pacífica en la que incluso participaban familias enteras, niños y ancianos. Un cacerolazo con el que la ciudad intentaba despejar el miedo que vivió en la víspera por cuenta de unos pocos vándalos y bajo la decisión del Distrito de decretar el toque de queda.

Pero de repente, y con la explicación de que los manifestantes estaban bloqueando la Séptima, el escuadrón antidisturbios irrumpió en la manifestación y la dispersó a punta de gases. Dilan fue uno de los que, tras ser expulsado a la fuerza, quiso llegar a la plaza de Bolívar, para continuar la protesta.

El grupo de manifestantes, siguiendo el ritmo de un tambor que dirigía los pasos, anduvo hasta el último destino de Dilan, el Hospital San Ignacio. Allí, a las 10:14 de la noche del lunes se emitió el último comunicado con respecto al joven. “Con pesar informarnos, que no obstante la atención brindada durante estos días, en nuestra Unidad de Cuidados Intensivos, Dilan Cruz, en razón a su estado clínico, acaba de fallecer”.

Fue allí donde, entre unas 500 personas y un día después del anuncio de la muerte de Dilan, a sus 18 años, algún joven tomó la vocería para pedir un momento de silencio. La mayoría se inclinó y alzó el brazo derecho con la mano empuñada. También encendieron los celulares y le hicieron una ofrenda de luces. Fue un instante solemne.  

El silencio se cortó con la voz de una mujer: “Dale señor el descanso eterno”. A lo que los manifestantes contestaron: “Y brille para él la luz perpetua”. Tras el breve momento religioso, regresó el contenido político que, sin duda, quedó ligado a la imagen de Dilan Cruz. Volvieron a sonar las arengas. “Resistencia, resistencia, resistencia”. Las cacerolas retumbaron nuevamente.